Era el día previo al cuarto partido del play-off de cuartos de final de la Liga ACB; yo jugaba en el FC BARCELONA y en esa eliminatoria nuestro rival era el UNICAJA de Málaga. Habíamos ganado el primer partido de la serie al mejor de cinco y perdido el segundo y tercero. Jugábamos el cuarto partido en Málaga y, en caso de perderlo, quedaríamos eliminados de la competición, con la consiguiente imposibilidad de disputar la Euroliga la temporada siguiente; para más inri, en menos de una semana disputábamos la Final Four de la Euroliga. Es decir, el cóctel perfecto de presión que se vive en la élite.

En un play-off el tiempo pasa muy lentamente entre partido y partido, más si estás fuera de casa, como era el caso… y los jugadores no nos caracterizamos precisamente por nuestra  paciencia. Como comentaba antes, nos encontrábamos en la tarde del día previo a ese cuarto partido y nuestro entrenador, Aíto García Reneses, nos había convocado a una sesión de vídeo en  la que visionaríamos las jugadas más importantes del tercer partido y planificaríamos la estrategia a seguir en el cuarto. Hasta aquí todo entraba dentro de lo habitual…

… lo que no fue normal fue lo que sucedió justo después de finalizar el video. Lo que hizo Aíto García Reneses segundos después quedará en mi retina como uno de los momentos más impactantes de mi carrera deportiva (¡y no fue dentro del campo!) y que resultó ser la demostración de psicología y liderazgo más importante que jamás he vivido como jugador.

Como os decía, habíamos perdido ese tercer partido de manera contundente y además el equipo estaba en un estado anímico preocupante. Al acabar el vídeo, Aíto se puso en pie en silencio, nos miró durante unos segundos con la pizarra en blanco a su espalda y sujetando el rotulador entre sus dedos, pronunció estas dos palabras mágicas que siempre recordaré: “¿ALGUNA SUGERENCIA?”

Todos quedamos estupefactos; Aíto, allí de pie, el entrenador más laureado de la historia de la Liga ACB y uno de los más importantes del panorama europeo… ¡nos pedía ayuda! Cualquiera hubiera pensado… esto se tambalea! Pero nada más lejos de la realidad…

Tras unos momentos de shock, algunos de nosotros cogimos el testigo y salimos a la pizarra para  explicar lo que creíamos que podía mejorar nuestro rendimiento y en pocos minutos se produjo un nutrido y positivo debate en el que nuestro entrenador ejerció un rol de mero moderador, dejando que nos expresáramos libremente y sin ataduras. Todos aportamos ideas y casi nos perdemos la hora de la cena. Finalmente acordamos aplicar algunas cosas de las que se propusieron en esa reunión, aunque ésa es la parte menos significativa de la historia.

Lo más importante fue que todos participamos y multiplicamos nuestra implicación en el equipo y el objetivo común a lograr. Ganamos ese cuarto partido con suficiencia y también el quinto que nos daba el paso a semifinales, así como la Liga ACB de esa temporada 96/97.

Ese día aprendí que no hay que confundir LIDERAZGO con PROTAGONISMO.

Ese día Aíto me enseñó que una mirada, un silencio o tan sólo dos palabras pueden ser suficientes para aportar la dosis de soporte psicológico y de liderazgo que un grupo humano o un equipo requiere.

Ese día aprendí que los grandes líderes son los que saben dar un paso atrás o a un lado si estiman que eso provocará que su equipo responda y se exprima al máximo.

Ese día recibí una maravillosa lección…

roger-esteller-cap3